10.11.08

"THE LADY OF SHALOTT" Lord Alfred Tennyson (1833)


On either side of the river lie
Long fields of barley and of rye,
That clothe the world and meet the sky;
And thro' the field the road run by
To many-towered Camelot;

And up and down the people go,
Gazing where the lilies blow
Round an island there below,
The island of Shalott.

Willows whiten, aspens quiver,
Little breezes dusk and shiver
Thro' the wave that runs for ever
By the island in the river
Flowing down to Camelot.

Four grey walls, and four grey towers,
Overlook a space of flowers,
And the silent isle imbowers
The Lady of Shalott.

Only reapers, reaping early,
In among the bearded barley
Hear a song that echoes cheerly
From the river winding clearly
Down to tower'd Camelot;

And by the moon the reaper weary,
Piling sheaves in uplands airy,
Listening, whispers "'tis the fairy
The Lady of Shalott."

There she weaves by night and day
A magic web with colours gay,
She has heard a whisper say,
A curse is on her if she stay
To look down to Camelot.

She knows not what the curse may be,
And so she weaveth steadily,
And little other care hath she,
The Lady of Shalott.

And moving through a mirror clear
That hangs before her all the year,
Shadows of the world appear.
There she sees the highway near
 Winding down to Camelot;

And sometimes thro' the mirror blue
The Knights come riding two and two.
She hath no loyal Knight and true,
The Lady Of Shalott.

But in her web she still delights T
o weave the mirror's magic sights,
For often thro' the silent nights
A funeral, with plumes and lights
And music, went to Camelot;

Or when the Moon was overhead,
Came two young lovers lately wed.
"I am half sick of shadows," said
The Lady Of Shalott.

A bow-shot from her bower-eaves,
He rode between the barley sheaves,
The sun came dazzling thro' the leaves,
And flamed upon the brazen greaves
Of bold Sir Lancelot.

A red-cross knight for ever kneel'd
To a lady in his shield,
That sparkled on the yellow field,
Beside remote Shalott.

His broad clear brow in sunlight glow'd;
On burnish'd hooves his war-horse trode;
From underneath his helmet flow'd
His coal-black curls as on he rode,
As he rode back to Camelot.

From the bank and from the river
he flashed into the crystal mirror,
"Tirra Lirra," by the river
Sang Sir Lancelot.

She left the web, she left the loom,
She made three paces taro' the room,
She saw the water-lily bloom,
She saw the helmet and the plume,
She looked down to Camelot.

Out flew the web and floated wide;
The mirror cracked from side to side;
"The curse is come upon me," cried
The Lady of Shalott.

In the stormy east-wind straining,
The pale yellow woods were waning,
The broad stream in his banks complaining.
Heavily the low sky raining
Over towered Camelot;

Down she came and found a boat
Beneath a willow left afloat,
And round about the prow she wrote
The Lady of Shalott

And down the river's dim expanse
Like some bold seer in a trance,
Seeing all his own mischance
With a glassy countenance
Did she look to Camelot.

And at the closing of the day
She loosed the chain and down she lay;
The broad stream bore her far away,
The Lady of Shalott.

Heard a carol, mournful, holy,
Chanted loudly, chanted lowly,
Till her blood was frozen slowly,
And her eyes were darkened wholly,
Turn'd to towered Camelot.

For ere she reach'd upon the tide
The first house by the water-side,
Singing in her song she died,
The Lady of Shalott.

Under tower and balcony,
By garden-wall and gallery,
A gleaming shape she floated by,
Dead-pale between the houses high,
Silent into Camelot.

Out upon the wharfs they came,
Knight and Burgher, Lord and Dame,
And round the prow they read her name,
The Lady of Shalott.

Who is this? And what is here?
And in the lighted palace near
Died the sound of royal cheer;
And they crossed themselves for fear,
All the Knights at Camelot;

But Lancelot mused a little space
He said, "She has a lovely face;
God in his mercy lend her grace,
The Lady of Shalott.
En la ribera, durmiendo,
grandes campos de cebada y centeno
visten colinas y encuentran al cielo;
por el campo nace el sendero
hacia las mil torres de Camelot;

Y arriba, y abajo, la gente anda,
mirando los lirios que florecen,
en la isla que río abajo emerge:
la isla de Shalott.

 Tiembla el álamo, palidece el sauce,
 grises ráfagas estremecen los aires
y la ola, que por siempre llena el cauce,
por el río y desde la isla distante
fluye incesante hasta Camelot.

Cuatro muros grises: sus grises torres reinan
el espacio entre las flores,
y en el silencio de la isla
se esconde la dama de Shalott.

Sólo los segadores, muy temprano,
 cuando arrancan los maduros granos,
 oyen ecos de un alegre canto
que brota desde el río, alto y claro
hasta las mil torres de Camelot:

Bajo la luna el segador trabaja,
 apilando haces en las eras altas.
Escucha y susurra:
 “es ella, el hada, la dama de Shalott”.

Ella teje día y noche,
seda mágica de hermosos colores.
Ha oído un rumor sobre una maldición:
como se asome y mire lejos,
 hacia Camelot.

No conoce la condena que pueda ser,
ella surce y no deja de tejer,
otra cosa no existe que pueda temer,
la dama de Shalott.

Moviéndose sobre un espejo claro
que cuelga frente a ella todo el año,
sombras del mundo aparecen.
Cercano ve ella el camino que serpenteando
conduce a las torres de Camelot;

A veces cruzan el azul espejo
caballeros de dos en dos viniendo:
 no tiene un buen y leal caballero
la dama de Shalott.

 Pero en su tela disfruta
y recoge del espejo las mágicas visiones,
y a menudo en las silenciosas noches
 un funeral con plumas y faroles
y música, iba hacia Camelot

 O venían, la luna en su camino,
amantes casados de ahora mismo;
“Estoy enferma de tanta sombra”,
dijo la dama de Shalott.

 A tiro de arco del alero de ella,
él cabalgaba entre la mies de la era;
deslumbraba el sol entre hojas nuevas,
y ardía sobre las broncíneas grebas
del valiente y audaz Sir Lancelot.

Un cruzado al que arrodillado
puso con la dama por siempre en el escudo,
brillaba en el campo amarillo,
junto la lejana Shalott.

Su frente alta y clara, al sol brillaba;
sobre los pulidos cascos trotaba;
por debajo de su yelmo flotaban
los bucles negros, mientras cabalgaba,
cabalgaba directo a Camelot.

Desde la orilla, y desde el río,
brilló en el espejo de cristal,
“Tirra Lirra” cantando en el río
iba Sir Lancelot.

Dejó la tela, y dejó el telar,
tres pasos en su cuarto ella fue a dar,
ella vio el lirio de agua reventar,
el yelmo y la pluma ella fue a mirar,
y posó su mirada en Camelot.

Voló la tela, y se quedó aparte;
se rompió el espejo de parte a parte;
“La maldición cayó sobre mi”, susurró
la dama de Shalott.

En la tormenta que de este soplaba,
los bosques de oro pálido menguaban,
y el río ancho en su orilla los lloraba.
Un cielo negro y bajo diluviaba
encima las torres de Camelot.

Ella bajó hasta el río, y encontróse
bajo un sauce, una barca aún a flote,
y escribió, justo en la proa del bote,
“La Dama de Shalott”.

Del río a través del pequeño espacio
como un audaz adivino extasiado y en trance,
viendo ante sí su trágico destino,
y con el semblante impávido,
 ella miró lejos, a Camelot.

Y cuando el día por fin se acababa,
ella se tendió, y soltando amarras,
dejó que la corriente la arrastrara,
la dama de Shalott.

Se oyó un cantar, un cantar triste y santo
cantado con fuerza y luego muy bajo,
hasta helarse su sangre muy despacio,
por completo sus ojos se cerraron
fijos en las torres de Camelot.

Porque hasta allí llegó con la marea,
de las primeras casas a la puerta,
y cantando su canción quedó muerta,
la dama de Shalott.

Debajo la torre y la balconada
entre las galerías y las tapias
hermosa y resplandeciente flotaba,
pálida de muerte, entre las casas,
entrando silenciosa en Camelot.

Al embarcadero juntos salieron:
dama y señor, burgués y caballero,
su nombre junto a la proa leyeron,
la dama de Shalott.

¿Qué tenemos aquí ? ¿ Y qué es todo esto ?
Y en el palacio de luces y juegos
el jolgorio real tornó silencio;
Se santiguaron todos con miedo,
los caballeros, allí en Camelot:

 Pero Lancelot, meditando un poco,
fue y dijo, “Ella tiene el rostro hermoso,
 por gracia de Dios misericordioso,
la dama de Shalott.”

"La Dama de Shalott" es un extenso poema de Lord Alfred Tennyson  (1809-1892) en el que se reinterpreta, muy libremente, la antigua leyenda artúrica de Elaine de Astolat. Elaine fue un personaje trágico muy valorado por la corriente romántica del siglo XIX, y su historia aperece perfilada por primera vez en "Le mort d'Arthur" de Thomas Mallory (sg.XV), aunque su origen probablemente sea mucho anterior. La joven doncella Elaine, hija del rey Sir Bernard de Astolat, asiste a un torneo donde lucha el caballero Lanzarote del Lago y por supuesto queda prendada de él. Pero Lanzarote está perdidamente enamorado de la reina Ginebra y rehúsa sus acercamientos. Compungida, la doncella acaba suicidándose víctima de una pasión tan intensa como no correspondida. A instancias de la joven, sus familiares depositan el cadáver sobre un bote cubierto de lirios junto con una carta en la que se explica el trágico suceso. La corriente lleva a la triste dama hasta la mismísima Camelot, donde es recibida con sorpresa y pesar por Lanzarote y toda la corte del Rey Arturo.
"La Dama de Shalott" de John William Waterhouse, 1888, una de las representaciones más icónicas del poema de Tennyson

En "La Dama de Shalott" de Tennyson, la historia es muy diferente. Elaine es un ser casi féerico que vive una existencia solitaria, encerrada en una isla cercana a la corte del rey Arturo. Según la versión del poeta, un hechizo la ha condenado a no poder mirar al mundo directamente ni a tener ningún contacto con él. Su única tarea consiste en observar el exterior a través de un espejo mágico, y de tejer en un tapiz todo aquello que ve a través de él. Finalmente Elaine se enamora del reflejo de Lanzarote y, aún consciente de la maldición, decide asomarse a la ventana y mirarle directamente, condenándose a muerte.  

Gran parte de la crítica interpreta que esta mujer, abocada a una existencia pasiva de contemplación, a la que se le prohíbe cualquier actividad relacionada con el mundo exterior, es una metáfora de la situación que vivía la mujer contemporánea a Tennyson. Esas féminas no tan lejanas vivían encerradas entre las cuatro paredes del hogar victoriano, encadenadas a los inamovibles roles de dulce doncella o respetada madre de familia. Aquella que se atreviera a desafiar las estrictas reglas de conducta femenina se exponía a la condena, la burla y la incomprensión de una sociedad opresiva. Según esta interpretación, con "The Lady of Shalott" el poeta sale en defensa de aquellas pioneras del feminismo en avanzada, mujeres valientes que se atrevieron a romper "el telar y el espejo" y a reclamar un papel activo en el mundo.


Una interpretación más simbólica del poema considera que Tennyson quería representar el dilema al que se enfrenta el Artista –literato, músico o pintor- frente a sus obras. Cuando vives consagrado a la creación es fácil caer en la trampa de convertirte en un mero espectador de la vida. El artista muchas veces permanece ajeno a una sociedad, de la misma manera que el pintor que retrata una escena queda irremediablemente fuera de ella. Al igual que la Dama de Shalott, el Artista observa el mundo desde su castillo inexpugnable y retrata lo que desde allí ve... pero sin participar nunca del baile. Una existencia exepcional, pero también atormentada y solitaria.

9.11.08

"THE ENGLISH LADYE AND THE KNIGHT" Walter Scott (1805)

It was an English ladye bright, 
(The sun shines fair on Carlisle wall,)
And she would marry a Scottish knight,
For Love will still be lord of all. 

Blithely they saw the rising sun 
When he shone fair on Carlisle wall; 
But they were sad ere day was done,
Though Love was still the lord of all.

Her sire gave brooch and jewel fine,
Where the sun shines fair 
on Carlisle wall; 
Her brother gave but a flask of wine,
For ire that Love was lord of all.

For she had lands 
both meadow and lea,
Where the sun shines fair 
on Carlisle wall, 
For swore her death,ere he would see
A Scottish knight the lord of all. 

That wine she had not tasted well 
(The sun shines fair on Carlisle wall)
When dead, 
in her true love's arms, she fell, 
For Love was still the lord of all! 

He pierced her brother to the heart,
Where the sun shines fair 
on Carlisle wall 
So perish all would true love part 
That Love may still be lord of all! 

And then he took the cross divine, 
Where the sun shines fair 
on Carlisle wall, 
And died for her sake in Palestine; 
So Love was still the lord of all

Now all ye lovers, 
that faithful prove,
(The sun shines fair on Carlisle wall) 
Pray for their souls who died for love, 
For Love shall still be lord of all!
 Había una hermosa dama inglesa 
(El sol brilla radiante en los muros de Carlisle)
Y ella se casaría con un caballero escocés 
Por Amor que será siempre señor de todo. 

Felices vieron salir el sol 
Cuando brilló radiante en los muros de Carlisle
Pero tristes estuvieron al finalizar el día 
Aunque Amor era todavía señor de todo.

Su padre le regaló un broche y las mejores joyas
Donde el sol brilla radiante 
en los muros de Carlisle 
Su hermano sólo le regaló un frasco de vino 
Por la furia de que Amor fuera señor de todo.

Porque ella tenía tierras, 
campos y prados 
Donde el sol brilla radiante 
en los muros de Carlisle 
Y juró matarla antes que ver 
A un caballero escocés señor de todo. 

El vino que ella tomó no sabía bien 
(El sol brilla radiante en los muros de Carlisle)
Cuando muerta cayó 
en los brazos de su verdadero amor 
Por Amor que era todavía señor de todo. 

El atravesó al hermano por el corazón 
Donde el sol brilla radiante 
en los muros de Carlisle 
Y aunque el amor verdadero perezca 
¡Ese Amor todavía puede ser el señor de todo! 

 Y entonces él tomó la divina cruz 
Donde el sol brilla radiante 
en los muros de Carlisle 
Y murió por su causa en Palestina 
Y el Amor era todavía el señor de todo. 

Ahora todos los amantes 
que os mantenéis fieles 
(El sol brilla radiante en los muros de Carlisle)
Rogad por sus almas que murieron por amor 
¡Por Amor que será siempre señor de todo!
Las baladas y leyendas de la antigua Escocia, exacerbadas por el romanticismo inglés, siempre fueron una fuente inagotable de inspiración para el poeta Sir Walter Scott (1771-1832). Reconstruirlas, arreglarlas y pulirlas era una de sus grandes aficiones, y fruto de ella surgió “The Lay of the Last Ministrel" ("Canto del Último Trovador", 1805), un larguísimo poema, del que Lorenna McKennitt extrae uno de sus más destacados fragmentos, “It was an English Ladye Bright”.

“It was an English Ladye Bright” trata de la trágica historia de amor entre una dama inglesa y un caballero escocés y es narrada por Albert Graeme, último de la raza casi mágica de los bardos. Según el poema de Scott, los Graemes vivían en las llamadas “Tierras de la Disputa” (Debateable Lands) bautizadas así por ser reclamadas a la vez por el Reino de Escocia y el Reino de Inglaterra. Este tipo de historias románticas ambientadas en episodios históricos dieron pie a Walter Scott para crear un género totalmente nuevo para la época: la novela histórica moderna. Muchas fueron sus ficciones de la Edad Media inglesa y hoy en día se cuentan entre los clásicos títulos como "Ivanhoe", "RobRoy", "La novia de Lamermoor", "Los Cuentos de los Cruzados" y poemas como "La Dama del Lago" o nuestro "Canto del último trovador", por mencionar sólo algunos.

La historia es sencilla y trágica. A mediados del siglo XVI, un caballero escocés y una dama inglesa, enemigos por nacimiento (como una versión nórdica de Romeo y Julieta) se enamoran en las tierras fronterizas del Castillo de Carlisle. La dama era propietaria de ciertas propiedades, que tras el casamiento pasarían a formar parte también de la hacienda del caballero. El hecho de que un caballero escocés acabase siendo dueño de tierra inglesa resultó ser una ofensa imperdonable para el hermano de la novia quien, en un acto brutal, decide matar a su propia hermana con un vino envenenado y así evitar el casamiento. La dama cae muerta en brazos de su amado y el escocés, al darse cuenta de la traición, la venga matando al fratricida. Después toma los hábitos templarios y parte hacia Palestina, Tierra Santa morir en gracia de Dios y poder reunirse con su amada cuanto antes. 

"The meeting on the turret stairs" William Burton, 1816-199
En el texto de Scott se unen pues la simplicidad de las antiguas leyendas, la cadencia musical de la balada escocesa, y el lirismo propio de la literatura inglesa moderna cuyo máximo exponente es William Shakespeare. Concretamente el poema imita la sencillez de una antigua murder ballad escocesa, "The Cruel Mother" que comienza con estos versos:

 ["She lean'd her back against a thorn,
The sun shines fair on Carlisle wa':
And there she has her young babe born
And the lyon shall be lord of a'."]

Las dos frases subrayadas en rojo son las que Walter Scott utiliza como ejes sobre los que bascula y se desarrolla el resto de la balada. “The sun shone fair on Carlisle walls” es una alusión velada al enfrentamiento secular entre Escocia e Inglaterra, ya que el castillo de Carlisle ha sido el escenario constante de luchas entre los dos reinos por tratarse de una fortaleza fronteriza desde 1092. La segunda frase, que Scott modifica al sustituir “the lyon” por “the love may still be lord of all”, sigue la conclusión shakesperiana de que solo el amor es capaz de triunfar sobre el odio y la muerte, así como sobre las tradicionales luchas por las propiedades de la tierra.

"The Battle of Culloden: An incident in the rebellion of 1745" David Morier 1746